Ich bin damit beschäftigt, Dinge zum letzten Mal zu tun.
Also. Für diesmal. Ich komme ja wieder.
Aber es wird anders sein.
Es ist immer anders.
Die Dinge bleiben nie gleich,
am Wenigsten wir selbst.
Zum letzten Mal in die Werkstatt.
Ein bisschen herumräumen, dokumentieren,
die vergangene Arbeitsphase Revue passieren lassen.
Ich habe so viel dazugelernt in diesen letzten Monaten.
Und bin jetzt gespannt, wie sich das alles umsetzen lässt.
Wie sich alles weiterentwickelt.
Lieblingsplätze.
Zum letzten Mal den Morgenkaffee auf den Ventejis tragen.
Der Vergissmeinnichtwald.
Der Heilige Baum. Der Tote Kuh Wald. Albarrada. Die Eukalyptusbäume.
Der kleine Teich, bei dem der Inspector immer trinken geht.
Zum letzten Mal die Wanderschuhe in die Ecke stellen.
Zum letzten Mal ans Meer fahren. Schauen und Hören.
Zum letzten Mal die Nachbarn besuchen. Neue Freunde, die ich vermissen werde.
Zum letzten Mal die Wäsche hinter dem schönsten Haus der Welt aufhängen.
Ein bisschen was zusammenpacken. Viel ist es nicht, das meiste bleibt da.
Die Zahnbürste. Ein Pullover. Die Notizbücher. Der Reisepass.
Wenn man so lebt wie wir, quasi in zwei Welten,
hat man immer wieder Gelegenheit, vertraute Dinge und Personen
in einem neuen Licht zu sehen.
Die Gewohnheiten ändern sich von Mal zu Mal ein bisschen.
Kleinigkeiten: eine neue Lieblingstasse. Neue Wanderschuhe.
Und Größeres: neue Freundschaften, neue Projekte.
Man freut sich jeweils auf so vieles: Kleinigkeiten: Die Gartendusche und die rote Schlabberhose. (Nicht, dass ich hier keine Schlabberhose hätte. Aber trotzdem.)
Und Größeres: Meine Kinder. Meine Freunde.
Wie wird es werden, zurück zu kommen, in das Zuhause, aus dem ich komme
und in dem ich verwurzelt bin.
Und wie wird es dann werden, wieder zu kommen.
In dieses neue Zuhause, in dem ich langsam aber sicher auch Wurzeln schlage.
An diesen für mich so magischen Ort der Ruhe.
Ich freue mich und bin traurig.
Zugleich. Das geht.
Und fühlt sich gar nicht schlecht an.
Estoy en haciendo cosas por última vez.
Entonces. Por esta vez. Volveré.
Pero será diferente.
Siempre es diferente.
Las cosas nunca permanecen iguales,
y menos nosotros mismos.
En el taller por última vez. Un poco de orden, documentación, revisión de la última fase de trabajo. He aprendido mucho en estos meses. Y ahora tengo curiosidad por ver cómo se puede poner todo en práctica. Cómo se desarrollará todo.
Lugares favoritos.
Llevando el café de la mañana en el Ventejis por última vez.
El bosque no-me-olvides. El árbol santo. El bosque de la Vaca Muerta. Albarrada. Los eucaliptos. El pequeño pozo donde el Inspector siempre va a beber.
Poner las botas de caminar en el rincón por última vez.
Ir al mar por última vez.
Mirar y escuchar.
Visitar a los vecinos por última vez. Nuevos amigos que echaré de menos.
Colgar por última vez la colada detrás de la casa más bonita del mundo.
Recoger algunas cosas. No mucho,
la mayoría se queda.
El cepillo de dientes. Un jersey. Los cuadernos. El pasaporte.
Cuando vives como nosotros, en dos mundos, siempre tienes la oportunidad de ver las cosas y las personas conocidas bajo una nueva luz.
Los hábitos cambian un poco
de vez en cuando. Pequeñas cosas: una nueva taza favorita. Nuevos botas de caminar.
Y cosas más grandes: nuevas amistades, nuevos proyectos.
Esperas tantas cosas: pequeñas cosas: La ducha en el jardín y los pantalones anchos rojos. (No es que no tenga pantalones anchos aquí. Pero.)
Y cosas más importantes: Mis hijos.
Mis amigos.
Cómo será volver, al hogar del que vengo y en el que estoy arraigada.
Y luego, ¿cómo será volver? A este nuevo hogar, donde estoy echando raíces lenta pero firmemente.
A este lugar de tranquilidad que es mágico para mí.
Estoy feliz y triste. Al mismo tiempo.
Eso funciona. Y no sienta nada mal.
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